SITUAR A LA BIODIVERSIDAD EN EL CENTRO
DEL DESARROLLO (KARIN KEMPER|11 DE DICIEMBRE DE 2019): Como parte del Programa de
Gestión Sostenible de la Tierra financiado por el Banco Mundial, toda la
comunidad, tanto hombres como mujeres, trabaja incansablemente para prevenir la
erosión y la degradación del suelo plantando especies de árboles locales
Cuando
las personas hablan de biodiversidad, suelen hacerlo desde la perspectiva de la
conservación y la supervivencia de especies animales y vegetales. Pero el valor
que se extrae de una biosfera saludable es mucho más que eso: la naturaleza
proporciona de manera constante alimentos, agua, empleos y medios de
subsistencia, y ayuda a regular el clima.
Además,
sustenta todas las formas de vida y actividades económicas, pero está amenazada
en muchos frentes. En nuestros océanos se sobreexplotan los recursos pesqueros
y se registra un alto nivel de contaminación con plástico. Según las últimas
evaluaciones científicas, 1 millón de especies de plantas y animales —de un
total de 8 millones— están en peligro de extinción al cabo de unas
décadas, y la deforestación y la
degradación del suelo han alcanzado niveles insólitos.
Como
una de las principales entidades de financiamiento de la labor en el ámbito de
la biodiversidad, el Banco Mundial trabaja estrechamente con los países, apoyando
sus esfuerzos por conservar y gestionar mejor la biodiversidad de manera
sostenible. Los proyectos abarcan desde
la integración de la gestión de las zonas costeras y las áreas protegidas en
África occidental y la India a la inversión en el manejo de cuencas y prácticas
forestales sostenibles en Etiopía y la detención de la matanza desenfrenada de
vida silvestre que está provocando la desaparición de especies fundamentales.
En 2019, la Asociación Internacional de Fomento (AIF) apoyó inversiones directas
en biodiversidad por un valor de USD 619 millones, en el marco de una cartera
multisectorial de USD 3300 millones que incluye el financiamiento de
intervenciones en silvicultura, agricultura y medios de subsistencia
sostenibles.
También
trabaja con los países para generar ingresos a partir de la biodiversidad, ya
sea mediante el pago de servicios ambientales que luego pueden ayudar a cubrir
el costo de la gestión de la biodiversidad o a través del turismo sostenible.
Etiopía
es un ejemplo de un país que se beneficia de los esfuerzos para afrontar la
degradación del suelo y, al mismo tiempo, mejorar la biodiversidad. Con el apoyo del Banco durante una década
para el Proyecto de Gestión Sostenible de la Tierra, se administran ahora de
manera sostenible aproximadamente 900 000 hectáreas de tierra, con lo que se
beneficia a unos 2,5 millones de personas. Esta tarea ha permitido mejorar el
acceso al agua, disminuir la erosión del suelo, aumentar la seguridad
alimentaria, obtener mayores rendimientos y disponer de fuentes diversificadas
de ingresos, todo lo que redunda en medios de subsistencia más resilientes. El
proyecto mejoró también la seguridad de la tenencia de la tierra y casi medio
millón de familias tienen ahora certificados de propiedad legales, incluidos 11
000 jóvenes sin tierra que recibieron estos documentos a cambio de restaurar
terrenos comunales degradados. Dicha labor en el ámbito de la tenencia de la
tierra es parte de un programa más amplio que ha facilitado la entrega de
títulos de propiedad de la tierra a alrededor de 10 millones de familias, y que
motiva a las personas a invertir para aumentar la productividad de la tierra y
conservar el suelo y el agua, lo que a su vez resulta beneficioso para la
biodiversidad.
El
financiamiento de la AIF por un total de USD 600 millones respalda nuestros
nuevos programas en Etiopía: el Programa por Resultados orientado a la acción
climática mediante la gestión del paisaje (i) y el Proyecto de Medios de
Subsistencia y Paisajes Resilientes. (i) En el marco del proyecto de paisajes
resilientes, estamos identificando “puntos críticos” de biodiversidad, o sea
zonas de alto valor de biodiversidad que están en peligro debido a la
degradación del suelo y otros problemas. Apoyaremos al Gobierno en su labor con
las comunidades para establecer los llamados corredores verdes: franjas de
vegetación nativa continua que unirán bosques fragmentados y ayudarán a
restaurar las cuencas en donde la biodiversidad pueda florecer. Los corredores
también apoyarán medios de subsistencia, como la apicultura, una actividad
floreciente en Etiopía.
Estamos
utilizando un enfoque similar en otros países, además de trabajar con los
Gobiernos para fortalecer las políticas y regulaciones que mejorarán, por
ejemplo, la gestión forestal y prevendrán los delitos contra la vida silvestre
mediante la creación de zonas protegidas. En cuanto a las medidas relacionadas
con las políticas, también estamos tratando de asegurar que los países incluyan
el valor del capital natural y los servicios de los ecosistemas en sus procesos
de toma de decisiones y planificación. A través de nuestro Programa Mundial de
Sostenibilidad, 18 países ya están utilizando la contabilidad del capital
natural para respaldar las decisiones sobre políticas, yendo más allá del PIB y poniendo al capital natural a la par de
activos construidos, como la infraestructura y el capital financiero.
A
nivel mundial, existe una oportunidad el año que viene para abordar la pérdida
de biodiversidad cuando los países negocien un nuevo marco al respecto. Este se
finalizará en octubre próximo durante la decimoquinta reunión de la Conferencia
de las Partes (CP 15) del Convenio sobre la Diversidad Biológica (i) en
Kunming, China. Un desafío clave en ese encuentro será acordar un nuevo
conjunto de objetivos para reemplazar las Metas de Aichi para la Diversidad
Biológica establecidas hace una década en Nagoya, Japón. Las Metas de Aichi,
que vencen en 2019, no se han logrado aún y la comunidad mundial está
trabajando para acordar un marco transformador sobre la biodiversidad mundial
posterior a 2020.
En
el periodo previo a la CP del Convenio sobre la Diversidad Biológica, el Banco
Mundial respalda los debates con estudios que presentarán sólidos argumentos
económicos para invertir en la naturaleza y mostrarán los impactos de la
pérdida de los servicios ecosistémicos provistos por la naturaleza. En las
investigaciones se analizarán también las políticas que podrían revertir esta
pérdida, entre ellas la reducción de subsidios que provocan daños en vez de mejoras
en la biodiversidad.
INVERTIR EN LOS REFUGIADOS Y EN
QUIENES LOS RECIBEN: UN ENFOQUE DESDE LA PERSPECTIVA DEL DESARROLLO (AXEL VAN
TROTSENBURG|18 DE DICIEMBRE DE 2019): Esta semana, en el Foro Mundial sobre los Refugiados se
ha hecho hincapié en lo que los titulares de los medios del mundo a menudo no
mencionan: que el 85 % de los refugiados son recibidos por países en desarrollo
y que, luego de cinco años, las tres cuartas partes de los refugiados aún no
han regresado a sus hogares. Estos
desplazamientos tan prolongados pueden ser devastadores.
Todos
los refugiados, en especial las mujeres, quedan expuestos a niveles más altos
de violencia y explotación. Los que buscan empleo a menudo encuentran pocas
oportunidades y pueden verse obligados a trabajar de manera ilegal o en
condiciones peligrosas. Una “generación perdida” de niños refugiados tal vez no
llegue a disfrutar de buena salud, educación y una infancia estable, y contará
con escasas habilidades productivas y perspectivas laborales.
El
acceso a puestos de trabajo, oportunidades y servicios de salud y educación a
largo plazo para los refugiados son algunas de las razones por las que nuestros
accionistas están pidiendo al Banco Mundial que se involucre más activamente a
la hora de abordar el desplazamiento forzado.
Ellos reconocen que las inversiones en el ámbito del desarrollo pueden
realizarse con un enfoque a largo plazo y servir de complemento a las
respuestas humanitarias inmediatas que se ponen en marcha frente a las crisis,
con lo que contribuyen a reducir el impacto perjudicial del desplazamiento
prolongado. Por otro lado, este planteamiento se corresponde también con las
necesidades de las comunidades receptoras de los países en desarrollo, muchas
de las cuales piden que se apliquen enfoques integrales que tengan en cuenta
sus propias necesidades, además de las de los refugiados.
Por
lo tanto, hace varios años que el Banco Mundial viene incrementando su apoyo a
los refugiados y a las comunidades receptoras en respuesta a la creciente crisis
mundial relacionada con el desplazamiento forzado. En el Foro Mundial sobre los
Refugiados anuncié que, como parte de la decimonovena reposición de los
recursos de la Asociación Internacional de Fomento (AIF-19), en el curso de los
próximos tres años se destinarán USD 2200 millones a un mecanismo para los
refugiados y las comunidades receptoras, lo que constituye un nuevo incremento
respecto de los USD 2000 millones asignados durante el ciclo anterior.
Si
bien dicho mecanismo constituye la principal fuente de financiamiento para los
refugiados y las comunidades receptoras en la AIF, se ve complementado por
hasta USD 1000 millones provenientes de otros recursos de la institución, como
la asignación destinada al mecanismo específico para países afectados por
situaciones de FCV, que se duplicó al aumentar a USD 14 000 millones en el
marco de la AIF-18. De cara al futuro, en el nuevo paquete de la AIF-19 se
incrementa esta asignación a USD 18 700 millones en apoyo a los países
afectados por situaciones de FCV. También se espera que estos países reciban
gran parte de los fondos de un nuevo mecanismo de financiamiento de USD 2500
millones para impulsar al sector privado y generar empleo.
Asimismo,
el Servicio Mundial de Financiamiento en Condiciones Concesionarias del Banco
Mundial, que proporciona financiamiento en condiciones sumamente favorables a
los países de ingreso mediano que reciben una gran cantidad de refugiados,
también ha incrementado su volumen de financiamiento. Durante el mismo período,
las donaciones realizadas a países de ingreso mediano se han duplicado al pasar
de USD 160 millones a USD 320 millones.
Además
de ayudar a los refugiados y las comunidades receptoras en forma directa, al
abordar los factores subyacentes de las situaciones de fragilidad y conflicto,
el Banco Mundial busca reducir los factores que pueden obligar a las personas a
huir de sus hogares. Con el paquete de la AIF-19 se abordarán varias esferas
que revisten importancia crítica a largo plazo, a saber:
Educación:
porque la mitad de los refugiados son niños, queremos hacer todo lo que esté a
nuestro alcance para evitar una generación perdida.
Puestos
de trabajo: porque son clave para la autonomía y la dignidad tanto de las
comunidades receptoras como de los refugiados, que suelen vivir en regiones
rezagadas.
Género:
debido a la terrible experiencia por la que están atravesando varias mujeres y
niñas refugiadas.
Prevención
y preparación: porque debemos reducir estas crisis y enfrentarlas de forma más
adecuada.
Datos
y evidencias: porque con ellos se ayuda a garantizar que nuestras
intervenciones lleguen a las personas indicadas y generen los resultados
previstos. Por ejemplo, para medir mejor el impacto de los flujos de refugiados
en quienes los reciben y orientar nuestras respuestas, hemos establecido el
Centro de Datos Conjuntos sobre Desplazamiento Forzado con la Oficina del Alto
Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados.
Esta
ampliación del enfoque refleja nuestro compromiso de asumir la responsabilidad
compartida, cerciorándonos de hacer lo que nos corresponde para satisfacer las
necesidades a más largo plazo de los refugiados. También muestra un
reconocimiento más general dentro del Banco Mundial de que nuestra misión de
poner fin a la pobreza extrema nos llevará a implementar un mayor número de
operaciones en entornos de FCV: es probable que para 2030 casi la mitad de las
personas extremadamente pobres de todo el mundo vivan en estados frágiles, y
nuestro financiamiento seguirá a esas personas.
El
Banco Mundial ha comenzado a adoptar una actitud más activa para brindar apoyo
a los refugiados y las comunidades receptoras como parte de su misión de
desarrollo. Hemos evolucionado para
poder abordar los conflictos y la fragilidad antes, durante y después de las
crisis y garantizar el apoyo a los más pobres y vulnerables, y su inclusión.
Además, nuestro apoyo está diseñado para complementar los esfuerzos
humanitarios y hacer frente a las dimensiones económicas y sociales a mediano
plazo de la crisis.
LA OLEADA MUNDIAL DE ENDEUDAMIENTO ES
LA MAS GRANDE Y MAS RAPIDA EN 50 AŇOS (CIUDAD DE WASHINGTON, 19 DE DICIEMBRE
20019): La
deuda de las economías emergentes y en desarrollo alcanzó la cifra récord de
USD 55 billones en 2018, lo que marcó un período de ocho años de incremento, el
más grande, rápido y generalizado en casi cinco décadas, según un nuevo estudio
del Grupo Banco Mundial que insta a las autoridades a actuar sin pérdida de
tiempo para fortalecer sus respectivas políticas económicas y reducir la
vulnerabilidad ante las perturbaciones financieras.
El
análisis se presenta en Global Waves of Debt (Oleadas mundiales de deuda) (i),
estudio completo de los cuatro principales episodios de acumulación de deuda
que se produjeron en más de 100 países desde 1970. En él se llegó a la
conclusión de que la relación entre deuda y PIB de los países en desarrollo ha
aumentado 54 puntos porcentuales hasta llegar al 168 % desde que la deuda
comenzó a acumularse en 2010. En promedio, esa relación se ha incrementado en
unos siete puntos porcentuales por año, es decir, con una rapidez que casi
triplica la que se registró durante la crisis de la deuda de América Latina en
la década de 1970. Además, el aumento ha tenido una base excepcionalmente
amplia, ya que se ha observado tanto en la deuda pública como en la privada y
prácticamente en todas las regiones del mundo.
“La
dimensión, la velocidad y la amplitud de la última ola de deuda deberían
despertar preocupación en todos nosotros”, dijo David Malpass, presidente del
Grupo Banco Mundial. “Esto pone de relieve los motivos por los cuales la
gestión de la deuda y su transparencia deben revestir el máximo grado de
prioridad para las autoridades responsables, a fin de que estas puedan
incrementar el crecimiento y la inversión y asegurarse de que la deuda que
contraen contribuya a lograr mejores resultados de desarrollo para la
población”.
De
acuerdo con el informe, la prevalencia de tasas de interés históricamente bajas
en el mundo mitiga el riesgo de crisis por el momento. No obstante, el registro
de los últimos 50 años pone de relieve los peligros: desde 1970, alrededor de
la mitad de los 521 episodios de rápido crecimiento de la deuda en los países
en desarrollo ha ido acompañada de crisis financieras que debilitaron
considerablemente el ingreso per cápita y la inversión.
“La
historia muestra que los grandes aumentos de deuda suelen coincidir con crisis
financieras en los países en desarrollo, con un elevado costo para la
población”, señaló Ceyla Pazarbasioglu, vicepresidenta de Crecimiento Equitativo,
Finanzas e Instituciones, del Grupo Banco Mundial. “Las autoridades deberían
actuar sin demora para reforzar la sostenibilidad de la deuda y reducir la
exposición a las perturbaciones económicas”.
En
el análisis se determinó que esta última oleada difiere de las tres anteriores
en diversos aspectos: implica la acumulación simultánea de deuda tanto pública
como privada, y la presencia de nuevos tipos de acreedores, y no se limita a
una o dos regiones. Parte del incremento de la deuda ha sido impulsado por
China, donde la relación entre deuda y PIB ha aumentado 72 puntos hasta
situarse en el 255 % desde 2010. Sin embargo, la deuda es notablemente más
elevada en los países en desarrollo aun si se excluye a China del análisis:
entre las economías emergentes y en desarrollo, duplica el nivel nominal
registrado en 2007.
Esas
características plantean dificultades que las autoridades no habían tenido que
afrontar antes. Por ejemplo, en la actualidad el 50 % de la deuda pública de
las economías emergentes y en desarrollo está en manos de inversionistas no
residentes, porcentaje considerablemente mayor que en 2010. Para los países de
ingreso bajo, gran parte de esa deuda se ha contraído en condiciones no
concesionarias y por fuera del marco de resolución del Club de París.
Vistas
las circunstancias, las autoridades deberían elaborar mecanismos para facilitar
la resolución de la deuda cuando sea necesario, según el informe. Una mayor
transparencia también sería de gran ayuda.
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