jueves, 16 de enero de 2020

ENERO - 2020.







Cuenta regresiva hasta 2030: carrera contrarreloj para poner fin a la pobreza extrema (enero 07/2020): Esta analogía me resulta muy útil para contar a mi familia y amigos la historia de la reducción de la pobreza extrema en el mundo. Ahora que comienza el año 2020, tenemos solo una década para lograr que la pobreza extrema sea cosa del pasado.  Si bien a esta altura deberíamos estar apurando el paso, en los últimos años el ritmo se ha desacelerado, de modo que el mundo no solo corre el riesgo de no alcanzar las metas de reducción de la pobreza extrema, sino que, en algunos casos, se está retrocediendo en los logros obtenidos.
Hace ya varios años que venimos advirtiendo que el ritmo de la reducción de la pobreza extrema se ha desacelerado considerablemente. Desde 1990 hasta 2015, la pobreza extrema mundial bajó, en promedio, 1 punto porcentual por año. Sin embargo, entre 2013 y 2015, solo disminuyó 0,6 puntos porcentuales al año. Y las estimaciones iniciales para 2018 muestran que la pobreza extrema solamente cayó 1,4 puntos porcentuales en los tres años que van de 2015 a 2018.
Se podría también señalar la disparidad de los avances en las distintas regiones e incluso dentro de los países. Las dos regiones que en 1990 albergaban la mayor cantidad de pobres eran Asia oriental y el Pacífico, y Asia meridional, que representaban el 80 % de las personas en situación de pobreza extrema. Con la rápida reducción de la pobreza en China, la concentración de pobres en el mundo (i) pasó de Asia oriental en la década de 1990 a Asia meridional en 2002, y luego a África al sur del Sahara en 2010.
Si analizamos en mayor detalle, observamos que la mitad de los pobres de todo el mundo vive en tan solo cinco países: India, Nigeria, República Democrática del Congo, Etiopía y Bangladesh. Los dos primeros de la lista (Nigeria e India) presentan tendencias divergentes. Nigeria tal vez ya haya superado a India como el país con mayor cantidad de personas extremadamente pobres, mientras que India viene reduciendo sus tasas de pobreza extrema con rapidez, y las estimaciones indican que puede alcanzar el objetivo en esta área.
Las proyecciones también nos muestran que el último tramo del camino será el más difícil, porque la pobreza extrema ha comenzado a concentrarse en África al sur del Sahara y en las economías frágiles, donde la pobreza está enquistada.
Por este motivo, en 2020 daremos a conocer una nueva versión del Informe sobre la pobreza y la prosperidad compartida, donde se analizará qué deben hacer los países para acelerar la reducción de la pobreza, centrando la atención tanto en las opciones en materia de políticas como en las dificultades para su implementación. El informe también nos permitirá saber, a partir de los datos más recientes, si el mundo está nuevamente en carrera para poner fin a la pobreza extrema o si es necesario corregir el rumbo con urgencia.
Si bien en el informe se analizarán políticas específicas que pueden aplicarse para salir de la pobreza, también conocemos, a partir de las experiencias exitosas de algunos países, ciertos elementos básicos comunes de las iniciativas en esta área. Podemos señalar seis medidas normativas generales que han demostrado tener buenos resultados en países de distintos niveles de desarrollo:
1)    Ayudar a los pobres para que adquieran activos tales como bienes inmuebles y pequeñas empresas, y para que tengan la salud y la educación que les permitirá convertirse en trabajadores productivos.
2)    Crear mercados inclusivos y ampliar el acceso a ellos.
3)    Sacar provecho de la tecnología para ampliar el acceso al financiamiento.
4)    Generar resiliencia ante las crisis.
5)    Buscar la participación del sector privado a fin de incrementar las oportunidades para los pobres, lo que incluye mejorar el clima para los negocios de modo de propiciar las inversiones y el crecimiento del sector privado.
6)    Consolidar la estabilidad macroeconómica y la gestión de la deuda.
Es evidente que, para que los países adopten estas medidas normativas, se requiere un crecimiento sólido y estable. Sin embargo, si los beneficios de dicho crecimiento no se distribuyen ampliamente, no hay forma de que el país pueda sostener su progreso.
Ahora sabemos que, para las naciones en las que se ensancha la brecha entre los que pueden acceder a oportunidades en la vida y los que no, es difícil sostener el crecimiento económico y la estabilidad social en el tiempo. Hasta la fecha, ningún país ha logrado pasar más allá de la categoría de ingreso mediano manteniendo niveles de desigualdad elevados. Por este motivo, combatir la desigualdad no es solo beneficioso para lograr la reducción de la pobreza, sino también para garantizar la cohesión social.
Para volver a mi analogía con la carrera, estamos entrando en la fase final, y nuestras acciones conjuntas determinarán si para 2030 podremos tomar la bandera a cuadros o no. Desde luego, la pobreza extrema no es el único objetivo por el que se juzgará al mundo. El año 2030 marcará también el punto de culminación de los otros 16 Objetivos de Desarrollo Sostenible adoptados por las Naciones Unidas. Estos objetivos, desde abordar la desigualdad hasta poner freno al cambio climático, representan un llamado urgente a la acción para garantizar la construcción de un futuro mejor para todos. Ahora depende de todos nosotros (Gobiernos, empresas, sociedad civil y público en general) garantizar la prosperidad y la paz para las personas y el planeta.


Perspectivas económicas mundiales, enero de 2020: crecimiento lento y desafíos normativos (enero 08/2020): Esta lenta recuperación se ve amenazada por otras dos tendencias que despiertan interrogantes sobre el curso del crecimiento económico: el aumento sin precedentes de la deuda a nivel mundial y la prolongada desaceleración del crecimiento de la productividad, que debe recuperarse para mejorar los niveles de vida y contribuir a la erradicación de la pobreza. 

Según lo previsto en el informe semestral Perspectivas económicas mundiales del Banco Mundial, este año el crecimiento mundial aumentará un 2,5 %, lo que representa un ligero repunte respecto del 2,4 % registrado en 2019, a medida que el comercio y la inversión se recuperen gradualmente. Se prevé que el crecimiento de las economías avanzadas en su conjunto disminuirá del 1,6 % al 1,4 %, debido principalmente a la persistente debilidad en las manufacturas.
El crecimiento de los mercados emergentes y las economías en desarrollo se acelerará del 3,5 % registrado el año pasado al 4,1 %. Sin embargo, se anticipa que el repunte provendrá mayormente de un pequeño número de grandes economías emergentes que superarán el estancamiento económico o se estabilizarán tras salir de un período recesivo o turbulento. En muchas otras economías, se prevé que el crecimiento se desacelerará mientras las exportaciones y las exportaciones seguirán registrando un nivel deficiente.
Un aspecto preocupante de la tendencia de crecimiento lento es que, aun cuando las economías emergentes y en desarrollo se recuperen tal como está previsto, el crecimiento per cápita se mantendrá muy por debajo de los promedios a largo plazo y avanzará a un ritmo demasiado lento para alcanzar los objetivos de erradicación de la pobreza. De hecho, el crecimiento del ingreso será más lento en África al sur del Sahara, la región donde vive el 56 % de los pobres del mundo.
Además, incluso este modesto repunte podría verse alterado por varias amenazas. Podría tener lugar una nueva escalada de conflictos en las relaciones comerciales. Del mismo modo, una desaceleración mayor a la esperada en las principales economías como China, Estados Unidos o la zona del euro generaría amplias repercusiones. El resurgimiento de las tensiones financieras en grandes mercados emergentes —como las que experimentaron Argentina y Turquía en 2018—, la escalada de las tensiones geopolíticas o una serie de fenómenos meteorológicos extremos podrían provocar efectos adversos en la actividad económica mundial.
Oleada de endeudamiento.- Un aspecto que ensombrece las perspectivas es el hecho de que en los últimos 50 años se ha registrado la oleada de acumulación de deuda más grande, más rápida y más generalizada entre las economías emergentes y en desarrollo. La deuda total entre dichas economías trepó del 115 % del producto interno bruto (PIB) en 2010 a alrededor del 170 % del PIB en 2018. Los niveles de deuda también han aumentado en los países de ingreso bajo luego del marcado descenso registrado entre 2000 y 2010.
La actual oleada de endeudamiento difiere de las anteriores en que se ha incrementado la proporción de tenencias de deuda pública de no residentes en los mercados emergentes y economías en desarrollo, de deuda privada denominada en moneda extranjera en dichos mercados y economías, y, en el caso de los países de ingreso bajo, de los préstamos de los mercados financieros y acreedores bilaterales que no son miembros del Club de París, lo que genera inquietud acerca de la transparencia y la colateralización de la deuda.
El endeudamiento público puede ser beneficioso e impulsar el desarrollo económico cuando se utiliza para financiar inversiones que promueven en desarrollo, por ejemplo, en infraestructura, atención de la salud y educación. La acumulación de deuda también puede servir para estabilizar la actividad económica durante las recesiones.
Sin embargo, las tres oleadas de acumulación de deuda anteriores acabaron mal: incumplimientos en el pago de deuda soberana a principios de los años ochenta; crisis financieras a fines de la década de 1990; la necesidad de importantes alivios de deuda en la década de 2000, y la crisis financiera mundial en 2008-09. Y si bien hoy en día algunos de los riesgos se ven mitigados por las bajas tasas de interés, el alto nivel de deuda conlleva riesgos significativos. Puede llevar a que los países se tornen demasiado vulnerables a las conmociones externas, limitar la capacidad de los Gobiernos para contrarrestar las recesiones con estímulos fiscales y obstaculizar el crecimiento a largo plazo desalentando la inversión privada que mejora la productividad.
Esto significa que los Gobiernos deben tomar medidas para minimizar los riesgos asociados a la acumulación de deuda. La sólida gestión de la deuda y la transparencia de la deuda pueden ayudar a mantener controlados los costos de endeudamiento, mejorar la sostenibilidad de la deuda y reducir los riesgos fiscales. Contar con sólidos regímenes de regulación y supervisión, una gestión institucional adecuada y normas internacionales comunes puede ayudar a contener los riesgos, garantizar que la deuda se utilice de manera productiva e identificar vulnerabilidades desde temprano.
Desaceleración de la productividad.- Otro aspecto del ritmo decepcionante al que crece la economía mundial es la desaceleración generalizada del crecimiento de la productividad que se viene registrando en los últimos 10 años. Dicho crecimiento —producción por trabajador— resulta indispensable para elevar los niveles de vida y alcanzar los objetivos de desarrollo.
En esta edición de Perspectivas económicas mundiales se incluye un extenso análisis de las tendencias de la productividad centrado en la manera en que las economías emergentes y en desarrollo se han visto afectadas por la desaceleración de la productividad. Un trabajador de una economía emergente o en desarrollo produce menos del 20 % que un trabajador de una economía avanzada, y en las economías de ingreso bajo esta cifra disminuye al 2 %.
Entre las economías emergentes y en desarrollo, que tienen un historial de aumentos y retrocesos de los niveles de productividad, la desaceleración que pasó del 6,6 % en 2007 a un escaso 3,2 % en 2015 ha sido la más pronunciada, la más prolongada y la más generalizada hasta la fecha. Dicha desaceleración se debe a la reducción de los niveles de inversión y de mejoras en términos de eficiencia, la disminución de los beneficios derivados de la reasignación de recursos a sectores más productivos, y la desaceleración de los avances en relación con los factores clave de la productividad, como la educación y la calidad institucional.
¿Cómo se reactiva el crecimiento de la productividad? Las perspectivas para la productividad siguen siendo un desafío. Por lo tanto, se requieren esfuerzos para estimular la inversión privada y pública; actualizar las capacidades de la fuerza laboral para promover sólidos niveles de productividad; ayudar a que los recursos se asignen a los sectores más productivos; revitalizar la adopción de tecnología y la innovación tecnológica, y promover un entorno macroeconómico e institucional favorable al crecimiento.
En esta edición del informe se analizan otras dos cuestiones: las consecuencias negativas de los controles de precios y las perspectivas de inflación en los países de ingreso bajo.
Si bien en algunos casos los controles de precios se consideran una herramienta útil para suavizar las fluctuaciones que afectan a bienes y servicios como la energía y los alimentos, también pueden obstaculizar la inversión y el crecimiento, empeorar los resultados de la reducción de la pobreza, y dar lugar a cargas fiscales más onerosas. Reemplazarlos con redes de protección social ampliadas y dirigidas a beneficiarios específicos, fomentando al mismo tiempo la competencia y un entorno regulatorio eficaz, puede ser beneficioso tanto para la erradicación de la pobreza como para el crecimiento.
Y aunque en los últimos 25 años la inflación ha disminuido marcadamente en los países de ingreso bajo, es necesario seguir tomando medidas para que se mantenga baja y estable. Una inflación baja se asocia con niveles más estables de producción y empleo, mayor inversión, y disminución de las tasas de pobreza. Sin embargo, el aumento de los niveles de deuda y de las presiones fiscales podría poner a algunas economías en riesgo de sufrir disrupciones que podrían generar subas de precios considerables. Para mantener los precios bajo control, es indispensable fortalecer la independencia del Banco Central, establecer objetivos claros para la autoridad monetaria y fortalecer la credibilidad de dicha institución.
Si bien las perspectivas económicas mundiales para 2020 anticipan una frágil tendencia ascendente que podría verse alterada, existe un alto grado de incertidumbre respecto de las previsiones, debido a la imprevisibilidad que existe en torno a las políticas comerciales y de otro tipo. Si los encargados de la formulación de políticas logran mitigar las tensiones y esclarecer las cuestiones no resueltas en varias esferas, podrán demostrar que el pronóstico estaba equivocado generando un crecimiento mayor que el previsto.


OEFA supervisa descarga de aguas ácidas de la empresa Minera IRL S.A. al río Chacote en el departamento de Junín (12 de enero del 2020): El Organismo de Evaluación y Fiscalización Ambiental (OEFA) viene realizando acciones de supervisión ante la descarga de aguas ácidas de la empresa Minera IRL S.A. al río Chacote, en el distrito de Chongos Altos, provincia de Huancayo, departamento de Junín.
Durante las acciones del día de ayer, los supervisores del OEFA efectuaron monitoreos de agua del río Chacote. Asimismo, se contó con la presencia de funcionarios de la Autoridad Nacional del Agua, quienes estuvieron realizando sus labores de verificación.
La supervisión que realiza el OEFA permitirá determinar las causas de la emergencia ambiental, la responsabilidad de los hechos y el impacto generado. Además, se verificará la implementación del Plan de Contingencia por parte de Minera IRL S.A., que involucra las acciones de contención y limpieza de la zona afectada.
La autoridad de fiscalización ambiental continuará informando oportunamente los resultados de las acciones que viene realizando.
Oficina de Relaciones Institucionales y Atención a la Ciudadanía
ORI – OEFA


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