Cuenta regresiva hasta 2030: carrera
contrarreloj para poner fin a la pobreza extrema (enero 07/2020): Esta analogía me resulta muy
útil para contar a mi familia y amigos la historia de la reducción de la
pobreza extrema en el mundo. Ahora que comienza el año 2020, tenemos solo una
década para lograr que la pobreza extrema sea cosa del pasado. Si bien a esta altura deberíamos estar
apurando el paso, en los últimos años el ritmo se ha desacelerado, de modo que
el mundo no solo corre el riesgo de no alcanzar las metas de reducción de la
pobreza extrema, sino que, en algunos casos, se está retrocediendo en los
logros obtenidos.
Hace
ya varios años que venimos advirtiendo que el ritmo de la reducción de la
pobreza extrema se ha desacelerado considerablemente. Desde 1990 hasta 2015, la
pobreza extrema mundial bajó, en promedio, 1 punto porcentual por año. Sin
embargo, entre 2013 y 2015, solo disminuyó 0,6 puntos porcentuales al año. Y
las estimaciones iniciales para 2018 muestran que la pobreza extrema solamente
cayó 1,4 puntos porcentuales en los tres años que van de 2015 a 2018.
Se
podría también señalar la disparidad de los avances en las distintas regiones e
incluso dentro de los países. Las dos regiones que en 1990 albergaban la mayor
cantidad de pobres eran Asia oriental y el Pacífico, y Asia meridional, que
representaban el 80 % de las personas en situación de pobreza extrema. Con la
rápida reducción de la pobreza en China, la concentración de pobres en el mundo
(i) pasó de Asia oriental en la década de 1990 a Asia meridional en 2002, y
luego a África al sur del Sahara en 2010.
Si
analizamos en mayor detalle, observamos que la mitad de los pobres de todo el
mundo vive en tan solo cinco países: India, Nigeria, República Democrática del
Congo, Etiopía y Bangladesh. Los dos primeros de la lista (Nigeria e India)
presentan tendencias divergentes. Nigeria tal vez ya haya superado a India como
el país con mayor cantidad de personas extremadamente pobres, mientras que
India viene reduciendo sus tasas de pobreza extrema con rapidez, y las
estimaciones indican que puede alcanzar el objetivo en esta área.
Las
proyecciones también nos muestran que el último tramo del camino será el más
difícil, porque la pobreza extrema ha comenzado a concentrarse en África al sur
del Sahara y en las economías frágiles, donde la pobreza está enquistada.
Por
este motivo, en 2020 daremos a conocer una nueva versión del Informe sobre la
pobreza y la prosperidad compartida, donde se analizará qué deben hacer los
países para acelerar la reducción de la pobreza, centrando la atención tanto en
las opciones en materia de políticas como en las dificultades para su
implementación. El informe también nos permitirá saber, a partir de los datos
más recientes, si el mundo está nuevamente en carrera para poner fin a la
pobreza extrema o si es necesario corregir el rumbo con urgencia.
Si
bien en el informe se analizarán políticas específicas que pueden aplicarse
para salir de la pobreza, también conocemos, a partir de las experiencias
exitosas de algunos países, ciertos elementos básicos comunes de las
iniciativas en esta área. Podemos señalar seis medidas normativas generales que
han demostrado tener buenos resultados en países de distintos niveles de
desarrollo:
1) Ayudar a los pobres para que
adquieran activos tales como bienes inmuebles y pequeñas empresas, y para que
tengan la salud y la educación que les permitirá convertirse en trabajadores
productivos.
2)
Crear
mercados inclusivos y ampliar el acceso a ellos.
3)
Sacar
provecho de la tecnología para ampliar el acceso al financiamiento.
4)
Generar
resiliencia ante las crisis.
5)
Buscar
la participación del sector privado a fin de incrementar las oportunidades para
los pobres, lo que incluye mejorar el clima para los negocios de modo de
propiciar las inversiones y el crecimiento del sector privado.
6) Consolidar la estabilidad
macroeconómica y la gestión de la deuda.
Es
evidente que, para que los países adopten estas medidas normativas, se requiere
un crecimiento sólido y estable. Sin embargo, si los beneficios de dicho
crecimiento no se distribuyen ampliamente, no hay forma de que el país pueda sostener
su progreso.
Ahora
sabemos que, para las naciones en las que se ensancha la brecha entre los que
pueden acceder a oportunidades en la vida y los que no, es difícil sostener el
crecimiento económico y la estabilidad social en el tiempo. Hasta la fecha,
ningún país ha logrado pasar más allá de la categoría de ingreso mediano
manteniendo niveles de desigualdad elevados. Por este motivo, combatir la
desigualdad no es solo beneficioso para lograr la reducción de la pobreza, sino
también para garantizar la cohesión social.
Para
volver a mi analogía con la carrera, estamos entrando en la fase final, y
nuestras acciones conjuntas determinarán si para 2030 podremos tomar la bandera
a cuadros o no. Desde luego, la pobreza extrema no es el único objetivo por el
que se juzgará al mundo. El año 2030 marcará también el punto de culminación de
los otros 16 Objetivos de Desarrollo Sostenible adoptados por las Naciones
Unidas. Estos objetivos, desde abordar la desigualdad hasta poner freno al
cambio climático, representan un llamado urgente a la acción para garantizar la
construcción de un futuro mejor para todos. Ahora depende de todos nosotros
(Gobiernos, empresas, sociedad civil y público en general) garantizar la
prosperidad y la paz para las personas y el planeta.
Perspectivas económicas mundiales,
enero de 2020: crecimiento lento y desafíos normativos (enero 08/2020): Esta lenta recuperación se ve
amenazada por otras dos tendencias que despiertan interrogantes sobre el curso
del crecimiento económico: el aumento sin precedentes de la deuda a nivel
mundial y la prolongada desaceleración del crecimiento de la productividad, que
debe recuperarse para mejorar los niveles de vida y contribuir a la
erradicación de la pobreza.
Según
lo previsto en el informe semestral Perspectivas económicas mundiales del Banco
Mundial, este año el crecimiento mundial aumentará un 2,5 %, lo que representa
un ligero repunte respecto del 2,4 % registrado en 2019, a medida que el
comercio y la inversión se recuperen gradualmente. Se prevé que el crecimiento
de las economías avanzadas en su conjunto disminuirá del 1,6 % al 1,4 %, debido
principalmente a la persistente debilidad en las manufacturas.
El
crecimiento de los mercados emergentes y las economías en desarrollo se
acelerará del 3,5 % registrado el año pasado al 4,1 %. Sin embargo, se anticipa
que el repunte provendrá mayormente de un pequeño número de grandes economías
emergentes que superarán el estancamiento económico o se estabilizarán tras
salir de un período recesivo o turbulento. En muchas otras economías, se prevé
que el crecimiento se desacelerará mientras las exportaciones y las exportaciones
seguirán registrando un nivel deficiente.
Un
aspecto preocupante de la tendencia de crecimiento lento es que, aun cuando las
economías emergentes y en desarrollo se recuperen tal como está previsto, el
crecimiento per cápita se mantendrá muy por debajo de los promedios a largo
plazo y avanzará a un ritmo demasiado lento para alcanzar los objetivos de
erradicación de la pobreza. De hecho, el crecimiento del ingreso será más lento
en África al sur del Sahara, la región donde vive el 56 % de los pobres del
mundo.
Además,
incluso este modesto repunte podría verse alterado por varias amenazas. Podría
tener lugar una nueva escalada de conflictos en las relaciones comerciales. Del
mismo modo, una desaceleración mayor a la esperada en las principales economías
como China, Estados Unidos o la zona del euro generaría amplias repercusiones.
El resurgimiento de las tensiones financieras en grandes mercados emergentes
—como las que experimentaron Argentina y Turquía en 2018—, la escalada de las
tensiones geopolíticas o una serie de fenómenos meteorológicos extremos podrían
provocar efectos adversos en la actividad económica mundial.
Oleada de endeudamiento.- Un aspecto que ensombrece las
perspectivas es el hecho de que en los últimos 50 años se ha registrado la
oleada de acumulación de deuda más grande, más rápida y más generalizada entre
las economías emergentes y en desarrollo. La deuda total entre dichas economías
trepó del 115 % del producto interno bruto (PIB) en 2010 a alrededor del 170 %
del PIB en 2018. Los niveles de deuda también han aumentado en los países de
ingreso bajo luego del marcado descenso registrado entre 2000 y 2010.
La
actual oleada de endeudamiento difiere de las anteriores en que se ha
incrementado la proporción de tenencias de deuda pública de no residentes en
los mercados emergentes y economías en desarrollo, de deuda privada denominada
en moneda extranjera en dichos mercados y economías, y, en el caso de los
países de ingreso bajo, de los préstamos de los mercados financieros y acreedores
bilaterales que no son miembros del Club de París, lo que genera inquietud
acerca de la transparencia y la colateralización de la deuda.
El
endeudamiento público puede ser beneficioso e impulsar el desarrollo económico
cuando se utiliza para financiar inversiones que promueven en desarrollo, por
ejemplo, en infraestructura, atención de la salud y educación. La acumulación
de deuda también puede servir para estabilizar la actividad económica durante
las recesiones.
Sin
embargo, las tres oleadas de acumulación de deuda anteriores acabaron mal:
incumplimientos en el pago de deuda soberana a principios de los años ochenta;
crisis financieras a fines de la década de 1990; la necesidad de importantes
alivios de deuda en la década de 2000, y la crisis financiera mundial en
2008-09. Y si bien hoy en día algunos de los riesgos se ven mitigados por las
bajas tasas de interés, el alto nivel de deuda conlleva riesgos significativos.
Puede llevar a que los países se tornen demasiado vulnerables a las conmociones
externas, limitar la capacidad de los Gobiernos para contrarrestar las
recesiones con estímulos fiscales y obstaculizar el crecimiento a largo plazo
desalentando la inversión privada que mejora la productividad.
Esto
significa que los Gobiernos deben tomar medidas para minimizar los riesgos
asociados a la acumulación de deuda. La sólida gestión de la deuda y la
transparencia de la deuda pueden ayudar a mantener controlados los costos de
endeudamiento, mejorar la sostenibilidad de la deuda y reducir los riesgos fiscales.
Contar con sólidos regímenes de regulación y supervisión, una gestión
institucional adecuada y normas internacionales comunes puede ayudar a contener
los riesgos, garantizar que la deuda se utilice de manera productiva e
identificar vulnerabilidades desde temprano.
Desaceleración de la productividad.- Otro aspecto del ritmo
decepcionante al que crece la economía mundial es la desaceleración
generalizada del crecimiento de la productividad que se viene registrando en
los últimos 10 años. Dicho crecimiento —producción por trabajador— resulta
indispensable para elevar los niveles de vida y alcanzar los objetivos de
desarrollo.
En
esta edición de Perspectivas económicas mundiales se incluye un extenso
análisis de las tendencias de la productividad centrado en la manera en que las
economías emergentes y en desarrollo se han visto afectadas por la
desaceleración de la productividad. Un trabajador de una economía emergente o
en desarrollo produce menos del 20 % que un trabajador de una economía
avanzada, y en las economías de ingreso bajo esta cifra disminuye al 2 %.
Entre
las economías emergentes y en desarrollo, que tienen un historial de aumentos y
retrocesos de los niveles de productividad, la desaceleración que pasó del
6,6 % en 2007 a un escaso 3,2 % en 2015 ha sido la más pronunciada, la más
prolongada y la más generalizada hasta la fecha. Dicha desaceleración se debe a
la reducción de los niveles de inversión y de mejoras en términos de
eficiencia, la disminución de los beneficios derivados de la reasignación de
recursos a sectores más productivos, y la desaceleración de los avances en
relación con los factores clave de la productividad, como la educación y la
calidad institucional.
¿Cómo se reactiva el crecimiento de la
productividad?
Las perspectivas para la productividad siguen siendo un desafío. Por lo tanto,
se requieren esfuerzos para estimular la inversión privada y pública;
actualizar las capacidades de la fuerza laboral para promover sólidos niveles
de productividad; ayudar a que los recursos se asignen a los sectores más
productivos; revitalizar la adopción de tecnología y la innovación tecnológica,
y promover un entorno macroeconómico e institucional favorable al crecimiento.
En
esta edición del informe se analizan otras dos cuestiones: las consecuencias
negativas de los controles de precios y las perspectivas de inflación en los
países de ingreso bajo.
Si
bien en algunos casos los controles de precios se consideran una herramienta
útil para suavizar las fluctuaciones que afectan a bienes y servicios como la
energía y los alimentos, también pueden obstaculizar la inversión y el
crecimiento, empeorar los resultados de la reducción de la pobreza, y dar lugar
a cargas fiscales más onerosas. Reemplazarlos con redes de protección social
ampliadas y dirigidas a beneficiarios específicos, fomentando al mismo tiempo
la competencia y un entorno regulatorio eficaz, puede ser beneficioso tanto
para la erradicación de la pobreza como para el crecimiento.
Y
aunque en los últimos 25 años la inflación ha disminuido marcadamente en los
países de ingreso bajo, es necesario seguir tomando medidas para que se
mantenga baja y estable. Una inflación baja se asocia con niveles más estables
de producción y empleo, mayor inversión, y disminución de las tasas de pobreza.
Sin embargo, el aumento de los niveles de deuda y de las presiones fiscales
podría poner a algunas economías en riesgo de sufrir disrupciones que podrían
generar subas de precios considerables. Para mantener los precios bajo control,
es indispensable fortalecer la independencia del Banco Central, establecer
objetivos claros para la autoridad monetaria y fortalecer la credibilidad de
dicha institución.
Si
bien las perspectivas económicas mundiales para 2020 anticipan una frágil
tendencia ascendente que podría verse alterada, existe un alto grado de
incertidumbre respecto de las previsiones, debido a la imprevisibilidad que
existe en torno a las políticas comerciales y de otro tipo. Si los encargados
de la formulación de políticas logran mitigar las tensiones y esclarecer las
cuestiones no resueltas en varias esferas, podrán demostrar que el pronóstico
estaba equivocado generando un crecimiento mayor que el previsto.
OEFA supervisa descarga de aguas
ácidas de la empresa Minera IRL S.A. al río Chacote en el departamento de Junín
(12 de enero del 2020):
El Organismo de Evaluación y Fiscalización Ambiental (OEFA) viene realizando
acciones de supervisión ante la descarga de aguas ácidas de la empresa Minera
IRL S.A. al río Chacote, en el distrito de Chongos Altos, provincia de
Huancayo, departamento de Junín.
Durante
las acciones del día de ayer, los supervisores del OEFA efectuaron monitoreos
de agua del río Chacote. Asimismo, se contó con la presencia de funcionarios de
la Autoridad Nacional del Agua, quienes estuvieron realizando sus labores de
verificación.
La
supervisión que realiza el OEFA permitirá determinar las causas de la
emergencia ambiental, la responsabilidad de los hechos y el impacto generado.
Además, se verificará la implementación del Plan de Contingencia por parte de
Minera IRL S.A., que involucra las acciones de contención y limpieza de la zona
afectada.
La
autoridad de fiscalización ambiental continuará informando oportunamente los
resultados de las acciones que viene realizando.
Oficina
de Relaciones Institucionales y Atención a la Ciudadanía
ORI
– OEFA
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